septiembre 19, 2016

Go raibh maith agat (gracias)

Una época de mi tiempo como voluntaria con Bibliotecas Rurales está llegando a su fin. Durante los últimos 8 meses he estado viviendo en la casa comunal y haciendo un voluntariado como parte del equipo de Proyecto Enciclopedia Campesina. Hoy lunes empiezo mi viaje de regreso a Irlanda.
Voy con alegría y tristeza. Alegría por haberme sido dado la oportunidad de compartir este tiempo con tantas personas hermosas; tristeza porque tengo que dejarlos. He aprendido mucho durante mi tiempo aquí, probablemente no he procesado todavía ni una fracción de lo que mis sentidos absorbían ávidamente.
Ha sido un honor poder acompañar a Alfredo en sus viajes a través de la región, visitando las bibliotecas y aprendiendo en esta cultura que es preciosa, rica, sabia y profunda. Los bibliotecarios y los campesinos abrieron sus hogares y sus corazones a nosotros, compartiendo su mesa llena de los frutos de su ardua y honesta labor. También compartieron el tesoro que albergan en su interior: la antigua sabiduría de nuestros antepasados transmitida a través de las generaciones.
La Tierra nos ha estado enseñando desde que hemos tenido la capacidad de entenderla, y aún antes. Pero las lecciones son largas y no estuvimos en el principio, entonces necesitamos escuchar el eco que viene por la cadena de voces a través del tiempo.
En mi país, y en la mayoría de "Occidente", estas voces han sido ahogadas por el concreto y la codicia. La comunidad fue estirada hasta que estalló. Ahora nos hemos aislado en espacio y en tiempo. Y estamos perdidos.
Aquí, en los Andes de Cajamarca, se me ha devuelto la esperanza. Aquí la Tierra todavía se escucha y los ancestros todavía hablan. La gente todavía se regocija en la venida de la lluvia, todavía saborean el olor a tierra mojada, todavía invitan a sus vecinos a compartir su pan.
Es cierto que el concreto y la codicia pueden ser vistos aquí también, deslizándose adentro por la puerta de atrás, con ganas de asumir una posición privilegiada en el salón. Sin embargo, la persistencia de los indígena–campesinos de seguir viviendo en dignidad y belleza es asombrosa e inspiradora.
La esencia de Bibliotecas Rurales es esta dignidad, esta belleza. Es como una niña que cruza el campo de batalla cantando una canción sobre el arco iris, porque fue primero su jardín.
He recibido muchas lecciones de Alfredo: su humildad imperecedera, su amor a la Tierra y a la vida de ella, su escritura que habla al corazón... De Rita su generosidad, su inmensa bondad, la alegría que lleva al cuidado de los más necesitados (y cómo hacer una deliciosa mantequilla de almendras).
Gracias también a Lola, Karina y Rosita, por la cálida bienvenida e inclusión. A Rumi y Mara por su amistad.
Gracias a todos los miembros de la familia Bibliotecas Rurales, que abarca la región de Cajamarca. Gracias por el trabajo esencial que hacen, y el amor con que lo hacen.
Lynda Sullivan

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